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viernes, 2 de septiembre de 2011

LA BAILARINA

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Trabajada en la sombra
el torso, la cintura;
en el retorcimiento,
de la raíz oscura
que le implanta la diestra
del hombre que la ciñe, salva y nombra
por su merecimiento,
la bailarina vuelca su vertiente siniestra
sobre el hombro robusto y la mano maestra
del galán que la lleva
y en el silencio del bailar la eleva.


Y su grupa rotunda,
remate de sus glúteos,
lánguida se menea
como una mar profunda
y cuando contonea
sus pantorrillas tornan camafeos
encadenando oscuramente arreos
de neurótica yegua sin manea
domada nada más por la milonga.
Y en los giros de luz su carne encharca
platas, nácares, rulos, tez mistonga
entregada al imperio de la marca.-


Bailarina y audaz contra la sombra,
apasionados pasos, firme celo,
cauta pantera sobre leve alfombra,
sus pies dibujan ochos, vuelven cielo,
una sinuosa danza bien al suelo.
La bailarina baila y estremece,
trémula, vulnerable, cuando crece,
todo el alrededor, rasga su velo,
se desnuda y ofrece
al holocausto de la fe sagrada
del masculino celo,
al ancestral rubí de ser deseada
y suspender sin fin el turbio anhelo
de ser enteramente conquistada.













Amílcar Luis Blanco

4 comentarios:

  1. Impresionante, Maestro, has descrito esa pasión arroladora de la bailarina de tangos y milongas, pero también tus versos nos perfilan esa danza sinuosa y sensual, propia de una mujer de rompe y rasga, toda una hechicera que hace de sus pies, de sus piernas, de sus caderas, un templo para la pasión que se desgrana con los acordes de un bandoneón.

    Eres único, Amílcar, pones fuego en tu pluma.

    Un gran beso, amigo querido.

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  2. Gracias, Mayte querida. Siempre que observo a las bailarinas de tango soy testigo, aún en los casos de humildes mujeres de barrio, de la pasión y el fuego que animan sus pasos. Gracias por mirar conmigo y compartir esa fiesta. Un gran beso para tí, dulce.

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  3. Se puede escuchar el fuelle del bandoneón, lejano y preciso, al final del callejón por el que discurro con este poema que te aprecio.


    Saludos...

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  4. ¡Gracias, Angel y bienvenido! Qué bueno si el poema te evoca el sonido de un bandoneón, me hace feliz porque estuvo imbuido mi oido de ese sonido cuando lo escribí. Me salió muy consonantado el comentario. Saludos para tí.-

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